bloque 3
Biodiversidad como resultado de la evolución: relación ambiente, cambio y adaptación
La primera teoría sobre cómo opera la evolución fue postulada por Lamarck en
1809, él planteó que las adaptaciones se generan en respuesta directa a las necesidades
biológicas ambientales (Orr y Coyne, 1992). En 1859, Darwin planteó que las
adaptaciones surgen gradualmente como efecto del proceso de selección natural sobre la
abundancia de variaciones heredables presente en las especies. Aunque el planteamiento
de Darwin ha sido cuestionado por 140 años, sigue siendo una explicación generalmente
aceptada de la evolución adaptativa. Las evidencias aportadas en los últimos años por la
Biología Molecular, aunque dejan intacto el postulado básico de la selección natural,
exigen la revisión del paradigma Darwiniano, al demostrar que la variación existente en
las poblaciones naturales podría no ser la fuente primaria de la mayoría de los cambios
adaptativos, lo cual, junto con las evidencias moleculares de que la frecuencia en gran
parte de los eventos mutacionales aumenta significativamente en respuesta al estrés
ambiental, configuran un nuevo paradigma evolutivo que atribuye al ambiente un efecto
modelador y no sólo seleccionador (McDonald, 1983; Beardsley, 1997).
Conforme al paradigma emergente, las especies adaptadas a un nicho particular están
protegidas contra la mayoría de los cambios en sus necesidades adaptativas; los retos
ambientales estresantes elevan significativamente las tasas de mutación, incrementando
consecuentemente el nivel de variación genética en la población o especie afectada. La
introducción periódica de variación mutacional en las poblaciones, tiene tanto efectos
positivos como negativos, aunque aumenta la carga genética, su efecto negativo se
compensa con el surgimiento de nuevos alelos selectivamente ventajosos. La
significancia adaptativa de la variación inducida por el estrés dependerá de la magnitud
del reto ambiental, de su consecuente necesidad adaptativa y de la calidad y cantidad de
variación genética seleccionable que esté presente en la población o especie afectada
(McDonald, 1983; Beardsley, 1997; Taddel et al., 1997)
La biología antes de aplicar técnicas bioquímicas y moleculares a las cuestiones
evolutivas, concebía a la evolución no sólo como el cambio de los seres vivos a través del
tiempo, sino como un cambio adaptativo a las condiciones del ambiente. El Darwinismo
tradicional confiere un papel importante al azar, pero sólo como fuente de variación o
materia prima para el cambio evolutivo, no como un agente de dirección del cambio
mismo. Para Darwin, la fuente predominante del cambio evolutivo radica en la fuerza
determinística de la selección natural. La variación azarosa provee el "combustible"
indispensable para la selección natural pero no establece la tasa, ritmo o patrón de
cambio. El Darwinismo es una teoría de dos partes: el azar como materia prima y la
causalidad convencional como dirección del cambio (Garland y Carter, 1994; Travisano et
al., 1995).
Los abundantes estudios teóricos y experimentales de la biología evolutiva
posterior a 1960, indican que la evolución no es siempre adaptativa. A nivel molecular,
las tasas de substitución de aminoácidos, indican una constancia de cambio entre
moléculas y organismos, a lo que se ha llamado reloj molecular de la evolución. Estos
resultados no tienen sentido para la concepción Darwinista, donde las moléculas sujetas
a una fuerte selección deberían evolucionar más rápido que otras, y donde organismos
expuestos a diferentes cambios y retos ambientales deberían variar sus tasas evolutivas.
Si la selección determinística no regula la mayoría de los cambios moleculares, si por el
contrario, la mayoría de las variaciones moleculares son neutrales, por lo que su
frecuencia aumenta o disminuye al azar, entonces la tasa de mutación y el tamaño de la
población gobernarán el ritmo de cambio. Si la mayoría de las poblaciones son grandes, y
si las tasas de mutación son prácticamente las mismas para la mayoría de los genes,
entonces los simples modelos al azar predicen un reloj molecular (Gould, 1989).
Se ha descubierto un elevado nivel de variación mantenido por muchos genes entre
miembros de la población, lo cual, plantea un problema para el Darwinismo convencional
por el costo asociado al reemplazo de genes ancestrales. Sin embargo, si la mayoría de
las formas variantes de un gene son neutrales con respecto a la selección, entonces ellos
están variando al azar; al ser invisibles para la selección por no hacer diferencia en el
organismo, esas variaciones no representan costos de reemplazo. Estos descubrimientos
no niegan la adaptación y la selección natural pero tienden a ubicarlos como
cuantitativamente insignificantes en el proceso general.
A pesar de todo, la estabilidad es más común que el cambio en cualquier momento de la
historia de la vida. La selección natural mantiene en operación ciertas combinaciones en
contra de un aporte constante de mutaciones deletéreas. En otras palabras, la selección natural
deberá ser usualmente purificante o estabilizante. La selección positiva de cambios debe ser
un evento mucho más raro que la selección por eliminación de nuevas variantes y
preservación de las que trabajen. Si las mutaciones son neutrales, entonces la selección
estabilizante no ve nada y el cambio evolutivo puede proceder a su máximo ritmo: la tasa
neutral de substitución. Pero si una molécula está siendo preservada por la selección, entonces
la selección estabilizante disminuye el cambio evolutivo. La evidencia más fuerte del
neutralismo como tasa máxima, ha sido proporcionada por las siguientes clases de ADN sin
valor selectivo para un organismo, en todos los casos los ritmos medidos son máximos confirmando las predicciones del neutralismo (Gould, 1989):
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